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Mostrando entradas de septiembre, 1997

Figuras diáfanas que deambulan grises

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  1997 09 30   Figuras diáfanas que deambulan grises entre las sábanas de una alcoba perdida en una esquina del mundo.   ¿Quizás vivo tan cerca?   Sentí como salían de mí y me acariciaban, sentía su frío, la pareja copulaba desnuda de piel, halada; calcio oxidado por el tiempo conservado en barrica, viejo; saliendo de mí, joven; oscureciéndome.

Lúgubre reloj en el que vivo

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  Lúgubre reloj en el que vivo, Atrasado quizás, ¡quizás no! Su oscura compañía, Su monótona voz Me hace respirar a su ritmo Retrasado, perdido en el tiempo, En el espacio acurrucado Sin saber opinar más de este mundo Que lo que veo, No lo que hago, Mis hechos están atrasados, A destiempo, descascarillados.                             30-Septiembre-1997    

Debe ser que yo

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  1997 09 29   Debe ser que yo no soy de este mundo debe ser que algunos pensamos del revés, no concordamos dentro de la espiral perniciosa que mueve monótonamente la sociedad, pero… aquí estamos. Debemos ser molestos debemos escondernos tras velos opacos… ¡Y una mierda! ¿Por qué? Quizás nosotros -esos que todos rechazan- seamos verdadera dinamita que mueva el mundo ese motor heterogéneo que necesita este bodrio.

Regodeaba aquel personajillo

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  Regodeaba aquel personajillo De aventuras insólitas Casi legendarias, Irrisorias a mi ver Pero con gran convivencia Así encontraba su cenit, Su aura se iluminaba Y algunos, ignorantes Y boquiabiertos le alababan Habrá que dejarle Alcanzar ese clímax, Quizás yo mismo necesite Esa terapia personal Quizás sea yo ignorante Por ridiculizar a ese personajillo, Quizás sea recomendable Mentir a los cuatro vientos Historias impresionantes                 7-Septiembre-1997

Dejaba ver tras

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  1997 09 07   Dejaba ver tras sus divinos ojos una aureola preciosa de tocados de lilas. Coronas de espinas dejaba en mis manos al olvidarse en el espacio de preciado altar que sólo por ella había sido creado. Tendría quizás que odiarla o maldecirla siete veces por olvidarse otras tantas de mi humilde perecer. No tendré yo la osadía ¡no! Mirando sus ojos encendidos en la noche más cerrada que recuerdo por los siglos de los siglos amén.