Palabras sin humo

 


2014 09 23

 

Dejando el vicio de fumar por otros más beneficiosos, empecé a recordar esas tardes que decía a mi madre que me iba a estudiar a la biblioteca… esos días en que el humo acompañaba los bares, creando un ambiente asfixiante y bohemio (o eso creía yo), esas tardes lluviosas en las que sacaba cuatro libros de poesía de la Biblioteca de San Nicolás y me acercaba al Vacceo, compraba un paquete de tabaco, un café con leche, sacaba el cuaderno y leía… leía sin escuchar, leía para escribir, para acercarme a mis sueños entre fotografías en blanco y negro de desnudos abiertamente insolentes y lascivos…

Era el siglo veinte, era tiempo de bonanza, eran años de juventud despilfarrada entre cigarros, cachis y besos… Eran tiempos en los que costaba estar solo. Y  yo buscaba mi momento, lo necesitaba tanto como el zumo exprimido que me hacía mi madre todos los días antes de comer… me quitaba la tos, los miedos, la gripe y las pesadillas…

Allí, entre el humo del tabaco encontré los versos de Rimbaud (el poeta maldito), la forma de mirar el mundo de Dalí, la sensualidad mórbida de Schiele, el colorido entre la miseria de Chagall… esos poetas de siempre, los ahora conocidos por todos y aquellos que un día ganaron un premio de poesía por casualidad… pequeños relatos anónimos de fuego y de temblores que me hacían siempre tomar una pausa, echar una calada más, destapar mi BIC  y echar una parlada sobre el momento…

Aquellos personajes que descubrí en aquel rincón, hicieron de mis versos mi diario, de mi diario mi camino a seguir… escribiendo un destino, sin más avaricia que sumar momentos, plasmarlos y al cabo del tiempo, releer para juzgarme con un poco de rigor. Una memoria impresa que otros querrían. Sosa, floja literariamente hablando, repetitiva y ansiolítica en muchos de los casos… pero mi memoria, al fin y al cabo.

No lo cambio por nada. ¡¡Miento!! Ahora mismo, por un cigarro.

Pero lo estoy dejando y está claro que las palabras de hoy no echan humo como las de antaño; así que, es mejor olvidarse del humo y centrarse en retomar ciertos hábitos tan saludables como acercarme a la biblioteca y tirar de esos libros que casi nadie toca… cortarme la coleta y dejarme llevar por los renglones que otros hicieron suyos en tardes de humo como las que yo disfrutaba en el siglo pasado…

 

Entradas populares de este blog

Una madre palestina

Mil y una entradas

Reflexión sin pasión