Acabo de despertar mal

 


Acabo de despertar mal a gusto, cansado, creo que es por la devastadora cuadra donde habito. Mi departamento está medio en ruinas -y no por su estructura arquitectónica- después de un mes sin limpiar la habitación, os podéis imaginar ropa sucia repartida entre el dormitorio, el salón y el baño; olor a soledad, a tabaco de colillas mal apagadas y paquetes sin fecha de caducidad, a ron (creo haber visto desde mi cama tres botellas casi acabadas).

 

Estoy dejado y sin ganas de recogerme. Sin amor propio o algo parecido al desamor. Me levanto y entro en la cocina, por llamarlo de alguna manera. La reconozco como tal, por dos sartenes con aceite renegrido, un tazón de leche con los posos del café más certeros en adivinar el futuro y el pasado; ya ni me acuerdo desde cuando no lo lavo, pero me da lo mismo. La echo un poco de azúcar, algo de café, leche y listo. No hay una mísera galleta que llevarse a la boca. Acabo y me vuelvo a la cama.

 

Prefiero no pensar el fin de semana que me espera, me siento demasiado trastocado como para hacer algo fructífero, además son las once de la mañana y no tengo ninguna obligación de pensarlo.

 

Me despierto a eso de las tres y parece que la tormenta en mi cabeza ha pasado, me lleva un par de lavadoras en lo que limpio la cocina y cierro cuatro bolsas de basura, conmigo dentro hubiese recogido todo lo estropeado. Ahora sólo huele a resaca y eso se pasa con una fregona y una ducha fría.

 

Me regalo una buena comida pero, escuchando el hueco profundo que es mi frigorífico, bajo a la tienda de los chinos que es lo único abierto un domingo a estas horas. Escalopes y limón y me pongo manos a la obra.

 

*          *          *

 

2021 01 30

 

He tomado una cerveza hoy con mi hermana y su novio; Javi, el del Salmantino, nos ha regalado unas patatas con pulpo y almejas para chuparse los dedos. No he accedido a tomar más botellines. A pesar de la buena compañía, del mal tiempo y las ganas enormes de agarrarme un pedal del quince.

 

¿Es tanta mi dependencia de la sociabilidad? ¿Es tanto el deseo de disfrutar de una buena juerga con los amigos?

 

Sí, rotundo sí.

 

El texto anterior es de abril de hace veinticinco años. He tenido muchas resacas desde entonces hasta ahora y el texto en sí, es ficción, porque por aquel entonces no vivía sólo. Me ha recordado a otros episodios de mi vida en los madriles, pero no viene al caso.

 

El detalle es que por un momento he añorado levantarme como un harapo. Quizás cuando desterremos de nuestras vidas este anquilosamiento, me pegue un fin de semana sabático. Tendré que echar mano de viejos contactos para hacerlo completamente riolesco (Riol es mi segundo apellido), sin que llegue a ser amargo.

 

Escribo esto sin haber encendido las luces del salón y por supuesto, en absoluto silencio. Pero mis vecinos de arriba acaban de poner la música a toda hostia, miro el reloj y son sólo las 20:38.

 

¿Cómo les voy a maldecir por atormentar mi calmada tarde con música reggetonera de mierda?

 

Si, mi enorme acompañamiento de silencio y letras me ha llevado a pensar en beberme una botella de whisky, fumarme dos paquetes de Winston y si hay drogas, pues también serían bienvenidas…

 

A pesar de no llamar a la Guardia Civil, os pregunto ¿el reggiton es denunciable? Abogados, ayudadme, seguro que hay cosas mucho más leves por las que inocentes han ido a la cárcel.

 

En serio. Llega un punto que salir a trabajar va a ser lo único que me salve.

 

Llevo demasiado tiempo escribiendo y leyendo hoy, no me apetece ver la tele, ni qué decir de los resultados de la liga de futbol, he revisado ya le instagram mil veces, dos lavadoras, no me apetece ponerme a limpiar el suelo…

 

 

Han quitado el reggiton de mierda…

 

Vuelvo a mi paz exterior. La interior, la dejo para la siguiente pandemia.

 

Espero que vosotros estéis pasando mejor el sábado. Yo estoy bien, ha sido un flash de motivación mal entendida. Con ver a mi familia, que la he visto (con mascarilla a mis padres) en sus respectivas casas, estoy de sobra conforme.

 

Ya se me han pasado las ganas de fiesta, no salgo yo ahora con lo malo que hace, ni aunque levantasen el toque de queda de sopetón. Creo que me voy a afeitar o algo. Me acercaré al frigorífico, comeré algo calentito y quizás retomo mis lecturas por internet (vuestras escrituras), eso siempre me relaja y me hace viajar sin mover el culo.

 

Un saludo navegantes.

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