Daniel Remón en Literatura
2021 10 06
No te asustes a pesar de mis mensajes mandados con el lazo azul en
la botella. Estás muy lejos, o por lo menos esa es mi sensación. Como dice el
libro que estoy acabando, el pasado es un país extranjero*… y tú, para mí,
estás allí.
Un lejano regalo, eso sí. Un regalo inesperado como todo lo que se
encuentra cuando tienes un espíritu “infantil”. Hoy en la rehabilitación he
conocido a Diego, de unos doce años; operado del pie izquierdo. Con su
equipación del Barça con el nombre de Messi a la espalda. Hemos cruzado unas
palabras y alguna que otra mirada interrogante. Nada de fútbol, las palabras y
las miradas han sido para cosas importantes.
Necesito la brisa de la juventud en mi pechera. Me siento ¿útil?,
no es exactamente la palabra, pero tengo escaso vocabulario, siempre me lo ha
dicho mi madre; sobre todo cuando suelto alguna palabrota en su casa. Siempre
me regaña y me lo recuerda. “Vaya poeta, que no sabe decir más que palabrotas,
¿no hablarás así delante de las niñas?”, parece que la estoy escuchando.
Pero al asunto, que es Sophía. Me “he comprometido” a leer un
libro muy gordo (casi mil páginas) de Paul Auster; pero no es mi estilo. Me
gustan más cortitos. Soy impaciente, hasta para saber el final de los libros.
No sé todavía cuánto debe de durar la lectura de un libro de 250 páginas,
¿alguien me lo dice?
El que dejo para mañana terminar en el centro de la city, tras
salir de más rehabilitación y tras pasar por casa de mis padres; tiene por
título Literatura, de Daniel Remón. Tiene sus momentos tiernos,
pero no lo puedo recomendar. Un batiburrillo entre cuento infantil, seudo
biografía y crónica de una muerte anunciada por una bolsa con mucho dinero. El
tío es guionista y le pasa lo que a mí, se lía y te lía. Aunque al final, todo
va cobrando sentido… Pero en general no lo recomendaría por una sencilla razón:
Podría haberlo escrito yo. Y no es una metáfora, algo hay escrito, sin sentido,
con orden, pero alborotado, muy actual, muy del siglo veinte uno… Pero no está
bien montado, o eso creo yo, tanto de lo de Daniel como de lo mío.
Tiene sus momentos, tiene sus tramos sencillos y bellos. Volviendo
a la infancia, Teo que se llama el protagonista y es jovencito; tiene toques
bonitos junto a su compañera de viaje, Rebeca. Pero no. Volviendo a Sophía, no
deberías tenerlo en cuenta en tus próximas lecturas. No creo que fuese de tú
interés.
Aunque esto del interés puede ser muy efímero. Tanto como el vuelo
de una hoja otoñal por el Campo Grande. Si la veo a solas, puf; si la veo con
Alba, juego con ella a darle patadas; si la veo con María, nos inventamos un
cuento… Si la viese contigo, igual haríamos todo a la vez y la guardaríamos
para usarla de marcapáginas para nuestros libros. Sería bonito, pero luego está
Sade y Boris Vian que nos devuelven a una realidad marcada por el YA, como
órdago al infinito, y entonces toda la magia se acaba…
El pasado y el futuro es lo único con capacidad literaria. El
presente es tan desolador que no tiene ningún valor poético. Me voy a la cama
con la ilusión que mañana, las cuarenta páginas que me quedan me hagan cambiar
de opinión sobre la primera novela de Daniel Remón. Aunque si te soy sincera,
Sophía, creo que no va a cambiar nada. Igual me sirve de empujón para ir a dar
un paseo por el Campo Grande y escribir unos versos a nuestro marcapáginas.
* L. P. Hartley en el prólogo de El mensajero