Escribir Jugando

 


2022 01 04

 

El mito de que los venenos vienen en frasco pequeño, lo contó ella. En un aquelarre patrocinado por Coco Chanel a las orillas del Sena una noche de domingo. Sophia, con su lechuza a cuestas, nos advirtió de los peligros de beber chupitos en ayunas. Los obreros de la catedral que andaban de paseo y escucharon aquella majadería, se rieron de ella a carcajadas. Llegaron ebrios a sus casas. Todos menos uno. Éste, sobrio aquel domingo, comprobó para desgracia de todos, que el estomago vacío y el veneno ingerido en frasco pequeño, provocan incendios.

 

 

Fue la única que se libro de los juicios de Salem. La maldecida bruja viajó día y noche por los níveos bosques hasta que un alfarero la acogió en su taller y descansó. Al amanecer hablaron sobre el porqué de su viaje sin apenas equipaje en tan duras condiciones. A lo que la maga respondió sacando un pequeño frasco y diciendo: “El contenido que lleva dentro es todo lo que necesito. Polvo de estrellas, ojos de gata, café molido e incienso. Sophia (señalando a la lechuza) me provee del resto; fue la que me indicó el camino hasta tu morada”

 

 

Allí la sorprendí, sepultando algo pequeño entre unas rocas que marcó dibujando un triángulo, con la tinta de su sangre. La hechicera, viéndome escondido en unos matorrales me advirtió que mantuviera el secreto. La quise preguntar por el contenido de aquello que había dejado, pero desapareció. Removí la tierra y las rocas apresuradamente. Protegido entre hojas secas se encontraba un frasco decorado con finas hebras de oro. Lo abrí con cuidado. Su resplandor me cegó y un aroma embriagador me transportó a un sueño del que no he despertado, más que para contároslo.

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