Llegó la hora de la partida

 


Llegó la hora de la partida

Y yo aún sin besarte.

Tu mirada lejana, sola

Refunfuñaba una brisa alentadora

Tus labios finos, peligrosos,

Gritaban al palpitar venenoso.

Una esquina a media luz,

Una soledad mal intencionada,

Ese oscuro lecho, mimoso,

En el cual florecer la locura.

Llegó la de la partida

Y yo me fui sin besarte…

Por miedo a perder la cordura.

 

                        4-Abril-1997

 

 

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