Pastas de té
¿Cuánto hacía que no me daba por
pensar en eso? Supongo que el tiempo es lo de menos… lo peor es la respuesta
que le di a mi prima a su última pregunta. Lo mejor, que más tarde le di la
razón acompañándolo con unas pocas pastas de té y un bastante de buenos
recuerdos… me salvó Amelie y la recurrente imagen de saber estar en silencio a
su lado…
Más
bien me salvó este periodo de aprendizaje basado en todas las maneras posibles
de hacerte sonreír, esas formas de vida en las que se aprende a buscar caminos
alternativos a los excesos, esa desconexión paulatina de los massmedia que no
deja desconectarse del compromiso (como dijo un sabio: “por lo menos ellos
hacen más que yo”)… hay que reconocerlo, también tú tienes tu parte de culpa,
en su justa medida; esto último lo mejor de todo.
Supongo
que ya que escribo aquí, debería hablar de los motivos… supongo que si te digo
que eres de las personas con quien más a gusto estoy debería de valer, pero
siguiendo la rutina establecida – por llamarla de alguna manera, sin insultar a
nadie empezando por uno mismo – se podría decir que el más vago recuerdo del
pasado se puede recuperar y transformar en sonrisa a tu lado, supongo que
contigo estoy haciendo un repaso exhaustivo a mi diccionario y me encanta poder
definirme como el Sr. García Riol sin ponerme ni trabas ni pegas ni límites,
sin quitarme puntos por parar sin avisar en medio de la autopista en plena
noche sin poner las luces de emergencia; hacer del delirio de noches en vela
una carretera comarcal – siguiendo con el símil - castellana, donde el ojo no
te deja ver más allá de las narices de aquel a quien no ves la cara, ni si
quiera distingues su silueta y sin embargo sabes que anda ahí a la vista, con
el rabillo del ojo espiando cada movimiento… sin presiones atmosféricas que
aturullen, que aprietan y provocan esas migrañas insoportables.
Podría
hacer una disertación del carné de puntos que está salvando vidas, voy a ver si
acumulo puntos mejor… no para tener margen de error mayor, no; simplemente es
que debía ser así el carné: ¿te gusta conducir?, si llegas a la casilla de
Zaratán un punto, ¡enhorabuena!; ¿sabes llegar a Villanubla? ¡Adelante!...
Poquito
a poco entendiendo que no vale la pena andar por andar, conducirte a aquellos
lugares que quieres alcanzar con mapas inacabados, con código de circulación
dactilar y una cervecita fresca en verano o en caso de niebla espesa cuatro
cafés para darle largas al camino, eso da puntos… aunque tengas que estacionar
cada 17 metros en medio de la línea continua… ¡mejor parar que andar a ciegas!
Debe
ser 5 de los agostos (o de los diciembres) estos que a todos amodorran de día y
aúllan de noche, de esos que todas las noches tienen luna llena. El caso es
ponerme una excusa a mis – iba a decir excesos – irresponsabilidades… no
podría. Me sirve más buscar la buena suerte allá donde los recovecos de la
mente te acercan sin querer, allí donde las madrugadas tienen un olor a piel
recién despierta, donde la felicidad es tan simple como hacer un mal café y
sonreír, buscar una esquina de tu cara donde no te haya encontrado el punto “g”
y eso sea el reto y el pan de cada día, el zurrón lleno de la esperanza que a
esta rutina la envejece antes de tiempo… ¡Ves es mirarme y sonrío! Tengo que
dejarlo para regalarme con un poco de roce… ¿tú sabes lo bien que sienta?