¡Las sirenas no existen!

 


¡Las sirenas no existen!

Gritó el alquimista de sueños.

En los días en que la distopía reinaba.

 

Tras la revolución

fue encarcelado por brujería.

 

Pero la ley cambió

con la muerte repentina del cantautor

frente a su espejo, y su guitarra quedó desafinada.

 

Un científico con bata

proclamó un nuevo decreto

y al alquimista

se le hizo beato de sangre blanca

en los bancos de semen.

 

La población debía crecer.

Los miembros de la revolución utópica

se habían suicidado en masa al verse

de sus sueños despojados.

 

No pararon de salir renacuajos

junto a sirenas escotadas

que no daban ningún tipo de alarma

y provocaban demasiados incendios.

 

El territorio anfibio

requisó todas las batas,

se coronó al alquimista

y vivieron felices

y comieron algas

hasta hacer del planeta azul

un inmenso océano laspislázuli.

 

El que no sabía nadar

se ahogaba.

 

2020 04 02

 

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