¡Me va a estallar
2020 04 14
¡Me va a estallar la cabeza!
A lo largo de la jornada laboral de hoy un compañero me ha soltado
unas perlitas dignas de realzar mi misantropía.
No es exacta la conversación. Pero sí muy aproximada. Duró no más
de dos minutos. Por eso sólo hablo de trabajo en el trabajo.
(...)
Justo antes de terminar esta entrada he hablado con mi hermana y
mi madre por video llamada, justo antes de los aplausos (ellas salen, yo no).
Me han dicho que no debo tomarme la vida de esta manera, que no adelanto nada,
que no me enfrente, que ahora se ve más a los subnormales que antes (palabras
textuales). Al final hemos terminado riéndonos porque para eso hablo con ellas.
Les he enseñado mi santuario y se han ido a aplaudir. Yo me he tomado un
paracetamol, ¡me estalla la cabeza, literalmente! Pero seguiremos sonriendo,
aunque sea por ellas dos y mi padre que no dejaba de dar paseos por casa,
omitiendo, como por arte de magia nuestros discusiones en el debate de hoy…
(...)
Él - ¡Esta situación va a traer cola! ¡Qué panorama nos va a
quedar después de esto! Seguro que estalla una guerra civil contra los
comunistas.
Yo - ¿De qué hablas?
Él - De este parón. La economía al carajo.
Yo - Bueno, ya habrá tiempo de pensar en eso…
Yo que creía que era un buen chaval. Treinta y pocos años,
guapete, sano, fuerte (de estos de gimnasio), un poco vago (pero está
estudiando para Guardia Civil o Policía Nacional y pongamos que estudia después
de trabajar y eso agota).
Él – Yo podría salir a correr por el campo, solo. Eso no hace mal
a nadie.
Yo – Ya habrá tiempo. Mira cómo se lo toman en Francia, todo el
mundo por las calles corriendo. Así no se mejora esto.
Él – Pero que dices, yo te digo por el campo. Solo. Ahí no molesto
ni contagio a nadie.
Yo – Iríamos todos.
Él - ¡No hombre, al campo! Allí solo se podría correr. De 10 a 7.
Yo – De verdad, no has visto las imágenes en Francia. Yo vi París
inundado, hay menos gente en una carrera popular.
Él – La culpa es de la gente. Yo te digo solo. Eso se puede hacer.
Yo – Bueno, vamos a dejarlo. Yo he visto el monte lleno.
Seguimos trabajando y le comento que ayer fui a hacer la compra a
mis padres (como cada dos semanas) y me encontré con una amiga, madre de dos
hijas pequeñas (cuatro o cinco años), soltera, en ERTE desde el cierre del
restaurante en el que trabaja, sin haber cobrado un duro este mes y que cargaba
más de lo que podía llevar en dos manos porque el ayuntamiento le había
concedido una tarjeta para comprar comida y no podía bajar más a menudo porque
el padre de sus hijas no se podía quedar mucho tiempo con ellas… El caso es que
la conversación cambia de tono…
Él – Claro, igual que mi madre (refiriéndose a la compra a mis
padres). Ella baja todos los días. ¡Imagínate, comida para cinco! Ella no puede
con todo.
Yo - ¿¿?? (Cara de sorprendido, tras mi casco, mi mascarilla y mi
mono de trabajo) ¿Perdona?
Él – Sí, imagina comprar para cinco. Sólo con la leche, no podría
en un solo viaje,
Yo - ¿¿?? (Cara de sorprendido, tras mi casco, mi mascarilla y mi
mono de trabajo) ¿¿Perdona??
Él – Sólo yo, dos litros de agua diario más leche.
Yo - ¿¿?? (Cara de sorprendido, tras mi casco, mi mascarilla y mi
mono de trabajo) ¿¿Perdona??
La información que tengo de él, a parte de la de arriba descrita
es que tiene un hermano recién operado de una pierna postrado en la cama sin
posibilidad de moverse, una hermana de su edad más o menos, una madre y un
padre.
Mi recurrente cara de sorprendido viene por el hecho de que me
está hablando un hijo capaz de volver del trabajo, pasarse por un supermercado,
llenar el coche con una compra grande y ayudar a su madre. Supongo que lo haga,
pero él insiste en que su madre no puede sola y por eso tiene que bajar todos
los días…
Como no me considero quién para abrir los ojos a un chico de
treinta años. Cambio de tema para hablarle de mi amiga soltera.
Yo – En el súper tampoco te dejan llenar las bolsas de la compra a
una amiga. Las cajeras me hicieron esperar fuera. No me dejaron ni ayudarla,
estando cada uno al otro lado del cajero. Me fui a fuera y esperé fumando.
Menos mal que con lo de la tarjeta por lo menos la ayudan.
Él – ¡Insostenible! Vaya palo que se va a llevar la economía.
Yo - ¿Cuál, por lo de la tarjeta lo dices? Bueno, entonces me
dirás. Sin cobrar.
Él - ¿Pero no cobra por el ERTE?
Yo – No, hasta mayo no. Como todos, creo.
Él - ¿Si fuese un padre, crees que le ayudarían? No ¿Pero como es
mujer?
Yo – Bueno, vamos a dejarlo.
…
Y así, un ciudadano ignorante y abnegado con su trabajo, termina
la jornada y se encierra en su casa esperando descansar. Mira el móvil y sigue
el suplicio...
Una foto de Rajoy en la calle, un doctor denunciado no por su
trabajo sino por sus tuits, una mujer que dicen que se ha suicidado (¿o no?) y
la discusión posterior, en forma de comentarios, entre dos mujeres…
Igual tiene razón mi madre y Sálvame, de Telecinco, es
imprescindible para que los mayores no se mueran de aburrimiento. Ella
mientras, ve Pasapalabra, la rueda de la fortuna y Saber y ganar… entre
libro y libro.
Me va a estallar la cabeza en breve, aunque siga liberando algo de
frustración y rabia contenida por aquí. Estoy harto de coletas y engominados
queriendo volver a principios de siglo XX o vaya usted a saber y más harto aún
de la gente que les sigue como corderos.
Las ovejas en los pueblos. Es lo que he visto y me parece lo
natural. Pero no me escucharás decir que eso sea la verdad o lo bueno. Lo real,
la realidad no significa que sea la verdad o lo bueno.
Bueno, yo me voy a cenar que tengo que madrugar. Esa es mi
realidad.
Mañana intentaré hablar menos en el trabajo, dos minutos en ocho
horas casi me hunden en el infierno de Dante.
¡Como echo de menos el opio del pueblo! Igual me aficiono a
Sálvame… ¿Qué sé yo?
¿Huevos revueltos con queso o sándwich mixto?
Ciao, nos seguimos leyendo.