Abocado a la soledad
2020
11 30
“...los
hombres pensantes, son encogidos y callados. ¿Por qué será, eh? Me pregunto si
será porque no tenemos intereses sociales o porque somos tan honrados que no
queremos engañarnos mutuamente”.
Fiódor
Dostoievski en Crimen y castigo
Me
retrata con mis compañeros de trabajo. No me acerco a mucha gente porque
sus conversaciones me parecen del todo insustanciales e incluso groseras,
aunque no por ello esté en desacuerdo con los temas que se tratan. Las formas
hacen y dicen mucho más de lo que pueda salir de nuestras bocas.
Por
eso, en ocasiones o en ciertos ambientes, voy cabizbajo y mi voz sólo suena por
la educación social del saludo al compañero cuando te cruzas. La sonrisa no se
dibuja en mis ojos y mi paso es sostenido, arrastran mis zapatos el terreno y
tropiezo sino está liso.
Hago
que las voces que oigo se hagan zumbido. No escuchar nada del contenido de las
bagatelas que se enuncian es mi mayor propósito y cuando no lo consigo, escapo
con excusas fraudulentas del escenario del homicidio dialéctico.
Aun
así, no me considero ni hombre pensante, ni honrado, ni ser humano con
verdaderos intereses sociales… Está muy lejos esa definición de mi ostracismo
político y social para con el ser humano.
Creo
que lo dijo Einstein, o si no lo he leído por ahí hace poco: adoro a la
humanidad, pero detesto al ser humano.
La
humanidad en potencia y en esencia es capaz de grandes maravillas. Pero cuantos
más seres humanos conozco, más abogo por su extinción para que el planeta
tierra siga en armonía.
Si
lo piensas un poco, a todos nos ha pasado en algún momento. De la apariencia a
la esencia puede haber un abismo. Eso sí, cuando supera la esencia a la
apariencia, estamos perdidos… de amor.
Con
esta reflexión no quiero decir que yo esté libre de culpa. Ser honesto es un
ideal que por su carácter intrínseco es imposible de realizar en todas las
ocasiones y de ahí el silencio y de ahí el andar con los hombros hundidos y no
hinchar el pecho a pesar de querer seguir ese ideal.
La
realidad no da tregua para el que se empeña en ideales abocados al fracaso.
Mejor
será reírse tímidamente cuando hablen de putas, asentir sin levantar la mirada
cuando se hable de los putos negros de mierda y llegar al sofá de casa con las
suelas desgastadas de tanto arrastrar los pies por la acera, encender la tele y
llorar desconsolado por mi falta de heroicidad…
Mejor
eso que verse abocado a la soledad entre el bullicio generalizado... La
mascarilla obligatoria me está ayudando a obviar estos momentos, lo cual me hace
estar un tanto aliviado, lo confieso; la voy a echar de menos cuando nos la
retiren.