Acabo de despertar mal

Acabo de despertar mal a gusto, cansado, creo que es por la devastadora cuadra donde habito. Mi departamento está medio en ruinas -y no por su estructura arquitectónica- después de un mes sin limpiar la habitación, os podéis imaginar ropa sucia repartida entre el dormitorio, el salón y el baño; olor a soledad, a tabaco de colillas mal apagadas y paquetes sin fecha de caducidad, a ron (creo haber visto desde mi cama tres botellas casi acabadas). Estoy dejado y sin ganas de recogerme. Sin amor propio o algo parecido al desamor. Me levanto y entro en la cocina, por llamarlo de alguna manera. La reconozco como tal, por dos sartenes con aceite renegrido, un tazón de leche con los posos del café más certeros en adivinar el futuro y el pasado; ya ni me acuerdo desde cuando no lo lavo, pero me da lo mismo. La echo un poco de azúcar, algo de café, leche y listo. No hay una mísera galleta que llevarse a la boca. Acabo y me vuelvo a la cama. Prefiero no pensar el fin d...