Casualidades de la vida
2021 11 14
Casualidades de la vida. Bajé al centro, saludé a López de
camino a su partido de baloncesto en Tordesillas, saqué dinero en el cajero y
me acerqué a tomarme un abisinio en El Minuto (la mejor cafetería de
Valladolid, desde hace mucho tiempo). El único periódico que quedaba libre era
El País, me sorprendió su portada para ser domingo y no paré entre mordisco,
café, zumo, de hacer fotos a cada uno de sus ejemplos.
¡Me podían haber llamado, joder! No me identifico con ningún
caso expuesto. ¿Por qué? Todo se puede posponer, malvivir como ley de vida y
morir plácidamente atropellado por un cáncer o por la edad. ¡Qué tampoco!
Ese malestar que aquí se denuncia y en el que se culpabiliza
al escaso sistema sanitario y deberes del Estado no llevados a cabo, debería
enfocarse de otra manera. Me explico.
¿Qué culpa tiene el hospital de que no haya oídos para
tantos lamentos? La opción es bien clara. Salir a la calle y escupir a la cara
a todos esos que salen en la tele y dicen gobernarnos. Venga, me voy a poner
más en plan ciudadano. Salir a la calle y gobernar como pueblo. Desde Kyoto,
pasando por Dubrovnik o por San Francisco y acabando en Teruel.
No soy ecologista ni biólogo ni verde ni antitecnológico ni
antidesarrollo ni comunista ni capitalista… Soy de los que piensa que todo está
hecho una mierda, todo está intoxicado y ya no hay vuelta atrás. Para mi gusto,
soy realista, ni pesimista ni naaa. El otro día lo hablaba con mi madre que es
la única con la que argumento bien.
La dije que lo que nos había enseñado, que era maravilloso;
no era válido. Eso de que no quieras cambiar el mundo, cambia el pequeño
círculo que te rodea y podrás soportarlo. Es triste pero es ineficaz en los
tiempos del algoritmo que nosotros creamos desde el bolsillo del pantalón o el
viejo bolso vintage que mi madre me ha prestado. El móvil es una lacra,
tanto o más que la bomba de Hiroshima.
Pero volviendo a la portada del periódico. ¿Con esto que
pretenden?
Hace poco terminé de leer Confesiones y una de
las conclusiones, es que cuanto más luz se quiere dar a los tormentos
personales (que pueden llevar al suicidio, a la depresión, a la ansiedad…);
más se aceleran los acontecimientos o se recrudecen los síntomas, hasta llegar
al punto culminante (en el caso de que no se quiera padecer esas enfermedades).
Yo no quiero padecerla. Yo digo que es inevitable. He leído
la que apareció en el hospital a los quince años y ahora es madre con 41. He
leído al que se siente hecho una mierda, al que ha perdido a su mujer, a la que
perdió a su hija… Puedo tener algo de empatía, pero permíteme tener más con los
que no están aquí ya para contarlo.
Yo no me siento desgraciado por haberme quedado, no siempre,
por lo menos. He optado por algo más continuado. Un paseo por los infiernos. Y
el infierno está helado, ¿Dante?… No, ese paseo tenía un propósito muy
desvirtuado en el siglo XXI, un amor, un pecado, una absolución, una guerra… Yo
no tengo ninguno. Ese es el problema. Puedo salpicarlo de pequeñas metas pero
nunca serán… Nunca colmarán mi decepción.
Yo con estas múltiples páginas en un periódico, un domingo
cualquiera, veo que no se entiende nada. ¡Nada de nada! Que me hubieran
llamado… Pero yo pasé de psicólogos, leí varios libros de autoayuda, me
internaron para no engordar con el turrón y pasé por centros inapropiados…
Políticamente incorrecto. Me quedo con Nietzsche, él sí me entiende. Él
entendió muchas cosas y se le ha preferido crucificar como el leit-motiv de
Hitler y otras barbaridades.
He comprado el periódico al salir de la cafetería y
dirigirme a donar sangre. Le ojearé, pensaré en ello más detenidamente y lo
cotejaré con los libros que me acompañan estos días… Pero sé de sobra quien va
a ganar. Otra muesca más en mi via crucis por el infierno, que bien merecido lo
tengo.
Soluciones, millones de millones de muertos, sólo en un
principio. Luego ya iríamos creando los que quedamos (los que queden, yo paso)
una nueva realidad, sin mascarillas ni tantos -ismos que han corrompido a la
humanidad.
Podría seguir hasta el día del juicio final, pero no llega.
Entonces me relajo y sigo escuchando música y publicando cosas menos
“violentas”, o simplemente, menos verdaderas.
Buen día y felices pascuas. Yo esta tarde me acercaré a ver
un partidazo de baloncesto al Lourdes, si alguien se apunta, le invito, es
gratis; sino pasad buen domingo en mejor compañía, que también puede ser
gratis.
Por cierto, y volviendo al comienzo, la casualidad es que
haya publicado esta entrada antes de leer el maldito periódico. La entrada no
va de Behobia, habla finamente de ausentarme de todos y cada uno de vosotros.
En una palabra: suicidio.
Por cierto, estoy bien, no pienso dejar de veros, para que
nadie se alarme.