Versos bien metrados

 


2022 05 26

 

Dar rienda suelta a mis arcadas en un texto comprimido en un folio, no va a ser lo suficientemente extenso. Me centraré, como cuando llegas tambaleándote al inodoro de un bar de mala muerte y no quieres que nadie se entere de que la absenta te ha sentado como pronosticó tu padre cuando te dio quinientas pesetas y te dijo: ¡No mezcles!

Os ubico: un panteón con poca gente, folios repletos de versos, una y otra vez revisados para acertar con el verbo que concrete su estado de ánimo, su alter ego, su Dante Alighieri entre tanto analfabeto. Los adverbios se han concentrado en un pasado mejor, que ausenta del presente decrépito que nos aleja de la muerte.

Quien quiere vivir las virtudes del ser humano en vida es un descarriado ególatra. Ahora sólo vale el verso fácil, sin rima; imitación errada de un pasado perenne entre las hojas del relato que ellos han escrito en lo que cocían dos huevos para dar más sabor a la ensaladilla rusa que pondrán en el plato a sus benditos retoños que van a misa todos los domingos de finales de febrero y visten con el mismo corte inglés que nunca ha errado en su moda de invierno…

Llega su turno, su momento ansiado de iluminación. Empiezan sosegados a presentar, acompasados por su diapasón, esa idea errada del mundo como pasión desenfrenada de los sentidos más mundanos. El profeta les embarga y les exalta. Suben la voz con el poder que la razón de milenios por encima de una raza les otorga. Suspiran tras la primera batalla ganada. Se creen líderes de masas cuando en sus casas ha sobrado ensaladilla y a sus hijos les empieza a picar el cuello, de tanta lana…

Vuelven a inspirar y declaman, con mínimas correcciones al dogma; los textos que la divina inspiración ha querido que regalara a los presentes.

La gente se levanta de sus asientos, se persigna y se dirige en procesión al bar de enfrente. Mientras, los fieles más devotos; reconfortan al juglar por la victoria dialéctica al devenir de la realidad. Le insuflan de limosnas materiales que él agradece con una bendición fantasmagórica que todos reciben mientras agachan la cabeza para no ver el presente.

Tampoco ven la mueca de sonrisa en su cara. Tampoco ven las estrellas que habitan en verdad el firmamento. Tampoco ven la lujuria con que mira la falda de su hija el que ha dejado en el altar su pergamino…

Pero ¿qué más da? Otro domingo más hemos sido conducidos al verdadero oasis, reducido a un montón de piedras inertes, unos cuantos hábitos bordados con hilo de oro y una hostia en la cara al verdadero presente.

Ya estamos perdonados. Podemos seguir envidiando, codiciando, calumniando y vomitando al que tenemos al lado. Una semana entera por delante, para criar hijos endemoniados que recitarán aquellos benditos versos perennes, para poder seguir pecando, por los siglos de los siglos, amén.

Ellos nunca han mirado por vomitar sin salpicar. Han mezclado todo con único fin, dominar, acallar y seguir inventando pecados en vida, para tener un eterno descanso.

Creo que me he pasado. Me tendré que ir a confesar.

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