Frialdad actual
1994 03 15
Cómo se puede olvidar
algo que fue tan de puta madre,
cómo pueden quedar atrás
esas horas de amor y risas,
cómo una persona a la que yo quería
me dejó abandonado; dejando
atrás
un amor, una mierda, un asco.
Por qué no me puede querer,
aunque sólo sea un poco...
Yo la haría muy feliz,
yo la quiero y no la tengo,
yo la amo y eso es poco;
ella vive en otro mundo
tan lejano, tan hermoso.
Echo de menos su risa,
y su cara de perdida;
echo de menos las pellas,
sus charlas, sus besos…
Echo de menos su aroma,
como el de una tierna amapola...
Quiero sentirla otra vez
y sentir que ella me siente,
quisiera verla de nuevo
descubrir por mis placeres...
La quiero tanto, la adoro;
ella es todo para mí,
ya no duermo, no pienso, no como.
¡Se me va la vida sin ti!
2023 11 05
Con faltas de ortografía (que creo haber
corregido), cabalgando y descabalgando sin sentido, con palabras mal sonantes,
con rima sin armonía… Pausas largas, breves, caducas…
Supongo que ella era Esther, o Merche…
Fueron dos de mis novias de la pubertad más alegres y divertidas. Las pellas
las hacía con Esther, la repetidora, que ahora es directora de…
Una versión actualizada, hoy en día no me
sale. Estoy a menos de tres horas de jugar un partido de baloncesto, esa novia
que nunca me ha dejado, que siempre ha vuelto a pesar de los desencuentros que
hemos tenido.
Leo a Isabel Alba en La ventana.
Comienzo los relatos de Joan Benesiu en Seremos Atlántida, los de
la editorial Acantilado, los dos publicados el pasado año.
La frialdad copa mi mañana.
El frío entra por las ventanas abiertas,
me hiela, me acoge en un abrazo
que endulza la mirada hacia dentro;
devastando la inevitable salida al mundo.
Me cubre la ansiedad al encuentro.
Ayer dormí plácidamente tras finalizar mi
reto.
Acojo el testigo, me acerco a la intimidad
del pupitre que nunca abandoné.
¡Me quedan tantas lecciones que aprender!
Ahora el recreo es sentarme en él.
Diferenciar entre vigilia y sueño,
acoger en los renglones de un papel
la impaciencia que anula mis propósitos.
Saltar desde un precipicio, dejarme
acariciar
por la brisa helada, húmeda escarcha
que anula mis alas… Sin razón aparente,
es allí donde me siento más vivo.
Aquí sentado en mi escritorio…
Pero tengo que asomarme a la ventana,
bajar las escaleras, saludar al vecino.
Antes mirarme al espejo, cepillarme los
dientes,
lavarme la cara, disimular mi edad
subiéndome el flequillo.
¡Qué cosas tan mundanas, tan superfluas!
Necesarias para ver sin mirar,
hablar por hablar,
votar en papel mojado,
oír sin escuchar…
¿Dónde quedan las entrañas?
Con el frío que entra por las ventanas,
el bello se me eriza…
¿Quizás baste con eso?