En paralelo

 


2024 01 30

 

Sería un año lleno de besos, aquel 1998 antes de salir del nido…

1998

No recuerdo nada. Si me pongo a excavar igual encuentro algo así como una pareja estable en la universidad, y dos fallos coitos interruptus…

Según la segunda y tercera de las poesías, parezco abatido después de la huida.

Voy palideciendo por las caricias dejadas atrás, maldiciendo mis rutinas de amante bandido, capitán de los amores perdidos…

Y ahí es cuando me pregunto si voy a amar mejor en el recuerdo, que in situ. No teniendo ni veinte años, aclaré mi futuro. Así ha sido, siempre he sido mejor actor secundario, que protagonista.

Ese honor mal entendido, el de haber amado tan ciegamente como se debe amar, y una vez abierto los ojos; decidir buscar otro horizonte menos calmado…

Supongo que mi afán por conseguirlo me ha hecho encontrar archipiélagos tan frondosos como divinos. Volar ha sido uno de mis destinos favoritos, fallaba el destino. Me he empeñado en deleitarme en el proceso de amar. Cuando ese deleite se acostumbraba, cuando el paraíso tornaba a calzada asfaltada, cuando el gozo de perderse en un laberinto se transformaba en autopista con peaje reducido… huía, simplemente, volaba sin destino aparente…

A veces, he pensado muy seriamente, que he mancillado la pureza (Dedicado a la suavidad de tus mejillas). Quizás mi afición al manga ha tenido algo que ver. Con la edad, me he dado cuenta de que no era así. En aquellos tiempos, el patriarcado era una huella demasiado profunda, y aunque casi siempre he ido de la mano de feministas sin pañuelo, o vanguardistas de la independencia – bien entendida -.

Ahora, podría escribir que no ayudé a nadie a romper su cascarón. Siempre he dado cuerda a la locura, y de eso me enorgullezco. Porque, con el tiempo, se ha instalado como cordura, aunque queda mucho camino por recorrer…

Sigo leyendo, y veo que el insomnio nunca ha dejado de hinchar mis globos oculares. Pocas ojeras tengo, entre otras cosas, porque me paraba a escribir en cualquier lado, a escribir mis sueños; y así, al llegar la noche, caer rendido.

Siempre ha sido así, me gustaba escribir en los bares calcinados, en pequeñas terrazas atestadas de humeante tráfico. El ir y venir de lo mundano, hacía de mis humildes letras, algo divino. Hacía que el cielo acogiera mis gritos en silencio… Siempre de día, la noche estaba para debilitar mi cuerpo con los años, no para llorar por pérdidas. El día, y ha sido mi pecado de siempre; estaba para realizar los sueños… Esos sueños poco convencionales que arrastran al pecado, a la excomunión del artista atolondrado, al divagar sin frenos ni obstáculos tan grandes como para ceder en el empeño…

Ese “desencadenar un terrible maremoto de sensaciones”… oculto tras una pálida mirada, que pocos; son capaces de ver… Otro de mis grandes defectos, ver en longitud de onda magnética distinta al resto de los humanos. ¡Tener superpoderes, vamos!

Evidentemente, a los veinte, mis palabras llegaban a gente más inocente, más pura, menos cansada de la vida. Ahora es más difícil hacer ver, que mi mirada es “la correcta”.

Igual si tuviese hijas, todo sería distinto. Para empezar, no creo que escribiese todo esto pensando en un cuerpo que un día me brindó el placer de ser contemplado, y al rato desapareció en un cubo lleno de espejos ajenos a mí…

Esa mirada mía - y ya acabo - me lleva a Desesperadamente aturdido. Así llevo casi treinta años. Cada encuentro un flechazo, cada aguijón un veneno nuevo, cada roce de cuerpo una nueva fuente de energía renovable…

No me arrepiento de ninguna de mis palabras escritas, aunque me gustaría mejorarlas con los años. Soñar despierto es un pecado tan benigno…

Soñar descalzo, herido, hundido, celeste, vivo. Sin buscar las apariencias que deleiten, ni los aplausos; sólo la caricia, el abrazo, el beso, el sexo desenfrenado por ser el pincel de mis siguientes versos. El tiempo corrige, torna la locura en cordura, realza el interior de la mirada, descompone arrugas por cuerdas de una guitarra desafinada…

Creo que tú también tienes superpoderes, te falta calma para deleitarte sin herirte. No lo digo esto para que te acerques. Lo digo de verdad.

Yo te deseo, sufro de día, pospongo realidades necesarias – casi inevitables – por pararme a escribir, y deleitarme con mi fracaso. Me cura, cicatriza la distancia que me separa de ti, y vuelvo a saltar en los charcos con la misma sonrisa distraída del niño, que nunca he dejado de ser, incluso en la cama.

Por eso olvido tan rápido. Vivir los sueños entre versos, hace de la memoria un oasis de sonrisas, sin lugar para puñaladas y llantos… (en la medida de lo posible).

Un abrazo, voy a seguir leyendo a Han Kang. El posmodernismo es una manera pueril de vivir, pero leyendo aprendo a superarlo.

 

 

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