Tetsuya Sano en Tu brillo en las noches de luna

 


2024 01 28

¿Se me ha pasado tras la siesta del burro? No, rotundo no. La lavadora, muy a mi pesar, ya está tendida. Ahora sólo pienso en con qué combinar la pasta integral: atún a salchichas.

Mis dilemas se vuelven mezquinos, pobres, baratos… Es la consecuencia de no haber terminado el libro, de ver una foto de mi padre en el repaso actualizado de 1995.

Si viniese – aquella mujer – la propondría cortarme el pelo, sin tijera, a machetazos. Una máquina de afeitar un peine barato es suficiente. Yo solo no me atrevo, únicamente por tener una entrevista de trabajo el martes a las seis menos cuarto.

Debería refrescar mis conocimientos, investigar las claves de la empresa, repasar internet en busca de respuestas a sus posibles preguntas. Quizás lo haga, no tiene nada de malo. Me llama más leer un ensayo de filosofía, acercarme al pensamiento abstracto para no sobredimensionar el poder aplastante binario.

Igual, con un poco de suerte me pongo a leer. Encuentro un programa de corte y pega de vídeos, y sigo siendo youtuber a tiempo incompleto…

Las poesías de este año han mejorado, sutilmente, pero han mejorado. 17 años ya es tarde para ser promesa novel de la lírica posmoderna española. Mas, cuando en 1995 sólo se era moderno. Yo, si alguna vez llegué a serlo, no fue hasta el siglo venidero, el presente. Antes me dejaba llevar por la moda de un colegio de curas céntrico, y el monedero de una madre católica y un padre obrero.

No me quejo, si me dejan suelto antes, me hubiese vuelto más gili, de lo que soy ahora. ¿Os imagináis?

Yo sí puedo. Ahora vestiría harapos, sería profesor de educación física de algún instituto periférico, tendría más dinero en el banco que Roquefeller, no tendría coche, sería vegetariano, pesaría 67 kilos, tendría una barba que me llegaría a los huevos, calvo de frente hasta la coronilla – sin aceptarlo -, etc.

Acabo de terminar Tu brillo en las noches de luna de Tetsuya Sano.

“Cuando fallece la persona amada,

hay que quitarse la vida.

sin embargo, por ser empresa ambiciosa,

si se acaba teniendo una larga vida,

habría que dar la mano al ritmo apropiado”

No es el mejor poema del mundo, como no lo son los míos de 1995, ni los de hoy… pero me ha hecho sonreír antes de soltar la lágrima, cosa que agradezco.

Me voy a fumar un pitillo a medias con mi padre, y ahora vuelvo.

 

Entradas populares de este blog

Mil y una entradas

Una madre palestina

Reflexión sin pasión