Reconstrucción

 


2024 02 23

 

Escuchando “these songs to cry in your room (slowed down songs)”, una playlist de YouTube, sin ánimo de llorar; con apagar los gritos del niño del piso de arriba me basta.

Sin ánimo de leer una historia que me distraiga. La distracción del vacío.

Entre incendios en Valencia, profesor incompetente que mete mil páginas de PDFs que no se ha leído ni él para el examen del lunes, papeles de papá en el registro, mujeres que no me quieren hacer el amor, y canciones que coronan a una persona infinitamente más digna que la mitad de los vecinos que me acompañan en el bloque…

Mejor dejarse llevar, una tarde de viernes, de Foro Cultural en el que me faltan filósofos, y me sobran cómicos… Aún sabiendo que reírse es uno de los ejercicios más sanos, que no debemos abandonar a lo largo de nuestra pequeña historia vital… ¡Pero no apetece!

Apetece jugar con Alba y María al Scattergories o al Tabú, sin más. Una pizza de piña con algas de soja, y a la cama.

Ahora, cada vez que vea un caballo azul me acordaré de ti. Me pasaba con otras cosas más comunes antes, pero meterme un caballo azul en la ecuación… Es demasiado para un ser inapreciable como yo.

De hecho, he tenido un mal sueño en mi larga siesta de hoy. Pero sé que sólo es cabreo. Hay un par de personas en mi vida que hacen mal sus cosas, y me afecta, siempre ha sido así. Menos mal que tengo más personas cerquita que mitigan todas mis pesadillas. Faltaría frotar la cebolleta, una vez cada quince días, pero ya se sabe, si a mi edad se leen libros de filosofía y orientales (a partes iguales), no estás en la onda.

Salir del mercado tiene sus consecuencias. Acercarme me repele tanto como la pizza citada con anterioridad vomitaría al verla. Tengo el estómago domesticado. Los cambios le sientan mal. Prefiero el germen adulterado de siempre, que savia nueva.

Lo de renovar, ni el DNI, no me apetece. Lo de volver a los 27, menos aún.

Es verdad que me gustaría un proyecto a la vista. El blog le tengo encauzado. Mi Triste Legado no llega, por eso es triste… Canto mal, escribir es para ilustrados, y ellos se cultivan cada día, sin tiempo para llevar a cabo un legado en condiciones.

Hablo de Ernesto Castro, José Manuel Cañibano… Gente a la que admiro.

Un libro, a mi modo de escribir, me parece escaso legado. Escribiré otro, u otros, no me cabe ninguna duda, para las estanterías de mis amigos y allegados; pero no es la manera correcta. Por lo menos, no me lo parece hoy.

Voy a seguir leyendo a Mario Bunge en Crisis y reconstrucción de la filosofía. Igual sólo necesito reconstruirla, para afrontar la vida, o eso o llamar a mi hermana para que me haga reír un rato con sus “problemas” del día a día…

 

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