Genji monogatari ópera
2024 03 16
Mientras escucho de fondo una ópera japonesa,
poniendo en el buscador de YouTube la referencia a la primera novela escrita
por una mujer en el 1021 d.C.: “genji monogatari ópera”; me toca compartir, y
guardar en un cajón de mi blog y de mi escritorio un poema de hace trece años.
El número trece está demasiado presente este año…
Soy muy schopenhaueriano desde hace demasiado tiempo.
Buscar la plasticidad de mi cerebro en ese sentido puede ser una empresa harto
difícil.
De ahí las subidas de tono, es decir; excesos
físicos para compensar la apatía, la frustración. Decorar mi cuerpo con sangre
envenenada, reconforta mínimamente las heridas soportadas en las mil y una
batallas del día a día de un apagado.
Un ejemplo. Ayer dos flipados acelerando y frenando
con sus cochazos en la perpendicular de mi calle. Salí a ver el espectáculo.
Juré que era mejor su muerte, no placentera, a ser posible. Distinguí la
irremediable decadencia del ser humano en sus caballos desbocados. Intuí sus
sonrisas desde el balcón y les deseé la peor de las muertes.
Luego me abrí una lata de sardinas con un poco de
leche, cené y descansé apacible hasta las siete de esta mañana.
Mi arma es tan débil como teclear en mi portátil.
Tan afilada e histriónica como la ópera que escucho…
Los versos acompañan a mi estado. ¡Dejadme morir!
Ayer pasaron por mi cabeza esas palabras unas siete veces. Luego duermo plácidamente…
Escribo, me levanto, leo, tomo diez cafés y esta tarde juego un baloncesto con
chavales.
Tengo que recuperarme antes de ver a la familia, no
quiero preocuparles otra vez. Entreno sonreír frente a la ventana, se me sale
la ortodoncia, me duelen los pómulos. Os dejo, es vital el entrenamiento.
2011 05 21
Descarto una pausa. La
rechazo.
Mi
mundo se centra allí
donde
todos quieren llegar
y no
se atreven a mirar.
Allí
donde los hombres
piden
duelo por un mal verbo
envenenado
con el fruto de la vid.
Allí
donde una sirena
es el
tesoro más preciado
y
cárcel perenne para el alma.
No
quiero dejar de sentir
y
expresarlo.
Aunque
de mi salgan llamas
que
arrasen el más bello escenario.
Siempre
arriesgaré a voz en grito,
siempre
la verdad por delante,
siempre
sangraré si es necesario.
Nunca
me rendiré.
Cuando
lo haga;
dejadme morir.