Riol Monogatari
2024 03 16
Ayer después de otro golpe en mi estómago, no me
acuerdo exactamente, cómo llegué a esto. https://www.numinisrevista.com/2024/03/la-cognicion-osmotica.html
Ahí “descubrí” a Murasaki (color violeta) Shikibu
(ministerio de ceremonias de la corte imperial), y a Kenshi, su hija.
La primera se llamaba en verdad, Fujiwara no Takako
y es considerada la escritora de una de las primeras novelas de la historia
(1021 d.C.).
Daini no Sanmi, cuyo verdadero nombre era Kenshi;
llegó a ser una notable poetisa y se la atribuyeron 19 kakimono (rollos) de los
54 que utilizó de la obra de su madre.
Murasaki Shikibu fue apodada despectivamente en la
corte como la “Dama de las crónicas” (Nihungi no Tsubone). Ya viuda se retiró a
un templo del lago Biwa, donde escribió Genji Monogatari.
El caso es que el artículo no iba de ella, pero yo
me apalanqué en la historia de amor y traición de la corte, ¿por qué? Por que
mi cognición osmótica no es leer sin abrir las tapas de los libros; es
perderme.
Llevo apenas 15 páginas de una lectura amena de
Arthur Schopenhauer. Quizás piense como él más de la cuenta: Así, para él la
vida “es una alternativa entre la frustración y el tedio”, siendo el arte la
única salida digna a tanto engaño místico e intelectual como produce la
humanidad” (sacado de la introducción de la editorial Alba, en su edición
de 1999).
De sus primeras páginas ha surgido una idea para
una historia, pero supongo que, sin el sustento garantizado, es difícil encontrar
la sucesión de acontecimientos, el ritmo necesario para una novela que pretende
tratar un tema filosófico (sociológico, actual), y hacer que ella sea
merecedora de su publicación.
Dicen de Genji Monogatari que es
difícil de leer. Yo quiero que sea tan adictiva como las de Gellida, del cual
leí una entrevista en Zenda muy interesante.
Igual debería leer más a Gellida y menos filosofía,
pero no me llama la violencia del hombre, prefiero evitarla…
“El oxímoron evocado por el título «La
utilidad de lo inútil» merece una aclaración. La paradójica “utilidad” a la que
me refiero no es la misma en cuyo nombre se consideran inútiles los saberes
humanísticos y, más en general, todos los saberes que no producen beneficios.
En una acepción muy distinta y mucho más amplia, he querido poner en el centro
de mis reflexiones la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial
es del todo ajeno a cualquier finalidad “utilitarista” […] Si dejamos morir lo
gratuito, si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil, si escuchamos
únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el
beneficio, sólo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin
memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la
vida. Y en ese momento, cuando la desertificación del espíritu nos haya ya
agostado, será en verdad difícil imaginar que el ignorante “homo sapiens” pueda
desempeñar todavía un papel en la tarea de hacer más humana la humanidad.”
Prefiero leer libros que empiezan así. Nuccio
Ordine advierte esto en su manifiesto La utilidad de lo inútil,
aunque debería terminar la reflexión que hace Schopenhauer sobre El Amor
y otras pasiones…
Poco a poco, tengo toda la mañana. Aunque quizás
sea interrumpido por mis amigos, ayer no hubo pádel, les conté el golpe en mi
estómago vacío y estaban preocupados. No es para tanto, pero cansa, y ya estaba
cansado; como diría Schopenhauer: frustrado y tedioso.
El día está cubierto por la niebla. Hay gente por
ahí que sabe decorar muy bien los días.